Hola a tod@s, les dejo con un fragmento de un libro que me pareció muy interesante en su momento. Me acordé hoy de él y me gustaría compartirlo por ello con vosotros. Esperamos que os resulte al menos curioso. Un saludo. Gracias.
EL PANÓPTICO
Estructura.
El panóptico es una forma arquitectónica inventada por Jeremy Bentham en
el siglo XVIII. Bentham la propuso como un modelo «ideal» para la organización
o distribución de personas en el espacio de forma tal que las convirtiera en
«cuerpos dóciles», en cuerpos que pudieran utilizarse y transformarse con mayor
facilidad. La consideraba ideal en el sentido de que aumentaría la eficacia de
las personas a la vez que reduciría al mínimo los esfuerzos necesarios para
supervisarlas. Por tanto, el panóptico se consideraba como un modelo para una
forma muy económica de poder.
La tecnología de poder en la cual se inscribía el panóptico no era del
todo nueva, sino que recogía y refinaba las técnicas de control que se habían
desarrollado en el nivel local: en campamentos militares, monasterios,
escuelas, etc. Como forma arquitectónica, el panóptico constituía un edificio
circular con un patio en el centro, o una serie de edificios en torno a un
patio central. El edificio podía tener varios niveles, cada uno de ellos con la
altura de una sola habitación. Cada nivel estaba dividido en espacios pequeños,
y cada uno de ellos tenía una ventana trasera que dejaba entrar la luz natural y
una amplia abertura delantera que daba al patio. No había ventanas laterales,
entre las diversas habitaciones, de forma que sus ocupantes no pudieran tener
contacto directo entre ellos. Estos espacios podían ser «celdas», «habitaciones
de trabajo», etc., según la naturaleza y el propósito de la organización.
La mirada.
Cada uno de estos espacios individuales daba a una torre de observación situada
en el centro del patio. En ella estaban los guardianes, y sus niveles se
correspondían exactamente a los del edificio circular. Desde ella los guardianes
de la organización podían observar ininterrumpidamente todas las actividades
que tuvieran lugar en los espacios individuales. La visión de los guardianes se
veía facilitada por la iluminación posterior de las habitaciones, lo que hacía destacar
con nitidez las acciones de las personas que se encontraban en ellas. Nada
podía escapar a la vigilancia. Las personas que se encontraban en las
habitaciones eran objeto de observación perpetua. Estos espacios eran:
«...pequeños teatros en los que cada actor está solo, perfectamente
individualizado y constantemente visible» (Foucault, 1979, pág. 200).
Sin embargo, aunque las personas, en estos espacios, eran constantemente visibles
para los guardianes de la torre, éstos no podían ser vistos por las personas
que se encontraban en las estancias individuales. La torre estaba diseñada de
tal manera que, mediante una cuidadosa disposición de ventanas y puertas, las
personas de las habitaciones no pudieran ver a las de la torre. Las personas
que estaban en los espacios individuales no podían saber nunca si las estaban observando
en un momento dado. No les quedaba más remedio que asumir que
podían ser vistos por los guardias en cualquier momento. De este modo, se
sentían objetos de una mirada omnipresente. Este mecanismo de poder tenía el
efecto de «incitar» a las personas a actuar como si estuvieran siendo
observadas en todo momento.
Este debía ser un sistema de vigilancia muy efectivo y muy económico, puesto
que hacían falta relativamente pocos guardias para su funcionamiento.
«Es el hecho de ser visto constantemente, de que siempre se puede ser
visto, el que mantiene sometido al individuo disciplinado» (Foucault, 1979,
pág. 187).
La evaluación y fijación de las vidas
humanas.
La disposición de las personas en el espacio propuesta por el panóptico facilitaba
las condiciones bajo las cuales estas personas podían, según las normas
dictadas por la organización, ser clasificadas, cualificadas, medidas,
comparadas, diferenciadas y juzgadas. Esto permitía concebirlas como casos
individuales. Además, esta disposición espacial establecía condiciones ideales
para el entrenamiento de las personas y para su evaluación según estas normas.
Así, la mirada omnipresente que sentían los ocupantes de las estancias individuales
era en efecto una «mirada normalizadora».
Esas personas se sentirían
constantemente evaluadas según las reglas y normas determinadas por la
organización. Esta mirada normalizadora sometería a las personas a «toda
una regulación de su tiempo, sus actividades, su conducta, su habla, su cuerpo
y su sexualidad» (1979, pág. 178).
La documentación acerca de las vidas humanas que se consiguió a partir de
la invención de los archivos reforzó las prácticas de normalización y la
individualización de las personas. Esto permitió que los individuos fueran
«captados y fijados por escrito», y facilitó la confección de estadísticas y el
establecimiento de normas, es decir, la construcción de conocimientos globales
y unitarios sobre las personas. Siguiendo a Foucault, la descripción de las
personas, «la conversión de vidas reales en escritos», pasó a ser un mecanismo
importante dentro de esta nueva forma de control social.
Así como las religiones exigían antaño el sacrificio de los cuerpos, el
conocimiento pide ahora que experimentemos en nosotros mismos, no sexige que
sacrifiquemos el sujeto del conocimiento (1984c, pág. 96).
Al facilitar el registro y la «cosificación y subjetivación» de las personas,
el archivo se convirtió en algo indispensable para la «formación del
individuo».
Juicio normalizador.
El panóptico fue un modelo destinado a
lograr el sometimiento completo y
eficiente de las personas. Además de que cada individuo se sentía sometido
a examen en todo momento respecto a las reglas y normas de la organización, cada uno de ellos estaba aislado de los
demás en su vivencia de ser controlado, en su sometimiento al «juicio
normalizador». Puesto que las personas
situadas en los espacios individuales no podían tener contacto directo con las
demás, no era posible que compararan sus experiencias, generaran conocimientos
alternativos, o establecieran coaliciones que les permitieran protestar contra
esta subyugación. En este sistema de observación estrictamente jerárquico,
en esta «pirámide individualizadora», no podían tener lugar la lucha y la resistencia
que acompañan habitualmente a la «multiplicidad». De esta forma, cualquier
contrapoder quedaba eficazmente neutralizado.
El panóptico proporciona un modelo para un sistema de poder particularmente
moderno que se apoya en la técnica del «juicio normalizador». Éste no conduce a
un sistema de control social en el que las personas sean juzgadas según un
valor basado en criterios morales, o en el que las consecuencias se determinen
según el «mal comportamiento» de alguien. Por el contrario, es característico
de un sistema de control social en el que se juzga a las personas a partir de
cierta norma o descripción pormenorizada de la conducta que deben seguir. El
examen meticuloso sustituye al juicio moral. Las consecuencias se determinan
según el nivel de ejecución de la persona. Aquí, no es delito «obrar mal» sino
«no alcanzar el nivel exigido, o fracasar en el cumplimiento de la tarea». Cualquier desviación de la norma y de la
regla es susceptible de ser castigada.
Autosometimiento.
Este moderno sistema de poder no sólo convierte a las personas y sus
cuerpos en objetos, sino que también conduce
a las personas a desempeñar un papel activo en su propia subyugación, a
participar activamente en el proceso de adaptar sus vidas a las normas o
especificaciones de la organización.
Tal y como hemos señalado más arriba, al no conocer nunca el momento del
examen, las personas sólo pueden sentirse seguras asumiendo que son objeto de
una vigilancia perpetua. En estas condiciones, vigilan constantemente su propio
comportamiento, evaluando todas las acciones y gestos en relación con las
normas estipuladas por la organización. Y en cuanto identifican cualquier anomalía
o aberración en su propia conducta, se ven inducidas a relacionarse con sus
propios cuerpos como objetos, a iniciar acciones disciplinarias y correctivas
para domesticarlos. De esta forma se convierten
en sus propios guardianes. Vigilan sus propias acciones. Y se convierten en
objetos de su propio examen.
Aquel que se encuentra en un punto de mira y lo sabe, asume
responsabilidades por las limitaciones que impone el poder; las aplica espontáneamente
a sí mismo; se inscribe en una relación de poder en la que desempeña
simultáneamente ambos papeles; se convierte en el principio de su propia
subyugación (1979, pág. 202).
Una forma positiva de poder.
Foucault argumenta que el panóptico proporciona un modelo de poder cuya
naturaleza y efectos son positivos y no negativos. Al hablar del carácter
positivo del poder, Foucault no se refiere a «positivo» en el sentido habitual,
es decir, como algo deseable o beneficioso. Se refiere más bien a una forma de
poder que es positiva en tanto en cuanto
da forma o moldea la vida de las personas. Esta noción de un poder de
efectos positivos se opone a las concepciones habituales del poder que proponen
que el poder es represivo en cuanto a su funcionamiento y a sus efectos, que
ante todo descalifica, limita, niega y reprime; que su fuerza y naturaleza son
negativas.
Foucault argumenta que en las sociedades occidentales no estamos sometidos
primordialmente a los efectos de un poder negativo o represivo, sino a los
efectos de un poder positivo que da forma a la vida de las personas. A través de este poder, las personas se
someten a «verdades» normalizadoras que prefijan sus vidas y sus relaciones.
Estas «verdades» son, a su vez, construidas o producidas en la aplicación del
poder.
Debemos dejar, de una vez y para siempre, de describir los efectos del
poder en términos negativos: «excluye», «reprime», «censura», «abstrae», «enmascara»,
«oculta». En realidad, el poder crea. Genera realidades, crea dominios de
objetos y rituales de verdad. El individuo y el conocimiento que se pueda
obtener de él son productos suyos (1979, pág. 194).
Cuando habla de «verdades», Foucault no suscribe la idea de que existan
hechos objetivos o intrínsecos acerca de la naturaleza de las personas, sino
que se refiere a ideas construidas a las que se concede el estatus de
verdaderas. Estas «verdades» son «normalizadoras en el sentido de que
construyen normas en torno a las cuales se incita a las personas a dar forma o
construir sus vidas. Por consiguiente, se trata de «verdades» que en realidad
prescriben cómo ha de ser la vida de las personas.
Poder soberano versus poder moderno.
Foucault también contrasta esta forma moderna de poder que inspiró el
desarrollo del panóptico con una forma anterior de poder, el «poder soberano».
La eficacia de esta forma anterior de poder dependía en buena medida de hasta
qué punto el soberano era visible para el populacho; las personas sentían el
poder del Estado sobre todo a través de la visibilidad del soberano. Se
utilizaban diversos mecanismos para dirigir «los focos» hacia él, para inculcar
el poder del Estado al pueblo, entre ellos la ceremonia y el espectáculo. Por lo
tanto, el poder era más intenso en su punto de origen.
Bajo el reinado del soberano, las personas objeto del poder eran invisibles.
Quienes sufrían este poder más directamente eran aquellos que estaban
encerrados en las mazmorras, fuera de la vista de los demás. La capacidad de
desterrar era una medida de la eficacia de esta forma de poder. El poder
soberano demostró ser una forma de control social muy costosa y relativamente
ineficaz.
Por el contrario, el éxito del mecanismo de poder representado en el
panóptico depende en gran medida de que la
fuente del poder no sea visible para quienes lo padecen. Y, en esta forma
de poder, son los sujetos quienes están bajo la luz de los focos. La
efectividad de esta forma de control social se mide según el grado en que los
sujetos llegan a ser siempre visibles. Por lo tanto, esta modalidad de poder no
es más intensa en el punto en el que se origina, sino en su punto de contacto,
y proporciona una forma de control social
muy económica y eficaz.
En pocas palabras, sustituir un poder que se manifiesta a través de la brillantez
de quienes lo ejercen por un poder que de forma insidiosa objetiva a aquellos a
quienes se aplica; formar un corpus de conocimiento sobre estos individuos en
vez de desplegar los ostentosos signos de la soberanía (1979, pág. 220).
El panóptico constituye también un modelo de un mecanismo de poder que se
automantiene y cuyo funcionamiento es extremadamente autónomo. Los propios
guardias del panóptico están sujetos a este poder. No pueden saber quiénes de
las muchas perso nasque visitan la torre son en realidad supervisores. Por lo
tanto, se sienten sometidos a la continua evaluación de personas a las que no pueden
ver, y se ven impulsados también a actuar según las normas establecidas para su
comportamiento. Por tanto, el panóptico
proporciona un mecanismo en el que todos son simultáneamente objeto e
instrumento o vehículo del poder.
Éste es precisamente el aspecto diabólico de la idea y de aquí derivan todas
sus aplicaciones. No se trata aquí de un poder que esté totalmente en manos de
una persona que lo ejercita en solitario y de forma absoluta sobre los demás.
Es una máquina en la que están atrapados todos, tanto los que ejercitan el
poder como aquellos sobre quienes se ejerce (1980, pág. 156).
Discusión.
El panóptico, como forma arquitectónica, nunca alcanzó la popularidad que
Bentham esperaba. Se aplicó de forma limitada, principalmente en hospitales y
prisiones. Y resultó no ser tan perfecto para el sometimiento de las personas
como se había dicho.
Sin embargo, según Foucault, sobrevivió la idea de que era posible y
deseable conseguir el control social
mediante la activación anónima y automática del poder. La tecnología del poder para la cosificación de personas y cuerpos,
tal y como se había formulado en el panóptico, fue globalmente adoptada al
servicio de la economía. «Para el despegue económico de Occidente fue necesario
administrar la acumulación de hombres, a fin de acumular capital» (1979, pág.
168). Esta tecnología, así como las diversas disciplinas de las ciencias
humanas, hicieron posible el surgimiento del capitalismo.
...las ciencias describen, clasifican, especializan; distribuyen a partir
de escalas y respecto a una norma, establecen jerarquías entre individuos y, si
es necesario, descalifican e invalidan (1979, pág. 223).
Foucault argumenta que hemos
entrado en la «era del examen eterno y de la cosificación compulsiva»; que
vivimos en una «sociedad de la normalización» en la que la evaluación ha
reemplazado a la tortura y se ha impuesto en la administración de justicia, en
temas de control social, en el control de cuerpos, de grupos y del
conocimiento.
Es ésta una forma de poder que está «por debajo» de la ley, que se ha
infiltrado en los procesos judiciales. Foucault se refiere a la normalización
de la ley: «la referencia a medidas estadísticas y a juicios sobre lo que es
normal en vez de sobre lo que está bien o mal», «el aislamiento de las
anomalías y su normalización mediante medidas correctivas».
[...] En este sentido, creo que estas prácticas ofrecen una base a
partir de la cual llevar a cabo la propuesta de Foucault de que iniciemos
acciones para:
...liberarnos tanto del Estado como
del tipo de individualización ligada al Estado. Debemos promover nuevas formas
de subjetividad rechazando este tipo de individualidad que se nos ha impuesto
durante siglos (1982, pág. 216).
[...] Y hay personas que se esfuerzan por
construir su vida según determinadas historias y que siguen sus propias ideas,
pero que tienen dificultades en este empeño debido a los relatos dominantes y
descalificadores que otras personas mantienen sobre ellos y sus relaciones.
Extracto sacado
del libro: Medios Narrativos Para Fines Terapéuticos. Michael White y David
Epston.